Muchas veces hablamos y hablamos incluso en silencio, en nuestro pensamiento, pero no escuchamos y no por falta de oídos, no es ese realmente el problema, el problema es que hemos hecho nuestro mundo muy pequeño, diminuto diría yo y en este mundo solo estamos nosotros, no existe nada más.
Y tenemos la necesidad de contar y contar y sobretodo de quejarnos. La queja generalizada es una trampa, no se consigue nada quejándose y explicando los problemas de forma gratuita. Para cada problema existe una solución y para cada causa un efecto.
El silencio abre las puertas a las soluciones pero antes hay que hallarlo.
Encontrar el silencio no es fácil, nada que en esta vida merece la pena lo es.
Dicen que tenemos sesenta mil pensamientos diarios. De éstos algunos son provechosos y otros no. Leí en algún sitio que para acallar la mente basta con salir de ella y ver pasar los pensamientos. Es difícil, por que nuestra parte emocional a veces nos traiciona; pero se logra y es muy productivo.
Cuando se domina nada ni nadie puede contigo, por que el ego, que dicen los entendidos que es una cosa muy mala desaparece y ya nada te ofende.
Escuchar es comprender e identificar, no solo a uno mismo sino al resto de las personas que nos rodean. Yo siempre digo que las frases “me pongo en tu lugar” y “te comprendo” las intento borrar de mi vocabulario.
No me puedo poner en tu lugar porque no sé lo que has vivido o lo que sientes; puedo intentar comprenderte pero nunca llegaré a hacerlo por que todos nos callamos cosas, cosas importantes.
Escuchar significa también vaciar; cuando escuchamos vaciamos aquello que sabemos o creemos saber y solamente escuchamos, luego contrastamos llenándonos de nuevo, agitándonos y mezclando lo antiguo con lo nuevo.
Ahora se me viene a la mente la imagen de dos vasos, uno lleno y otro vacío. Si vaciamos una parte del lleno en el vacío tenemos espacio suficiente para llenar de nuevo nuestro vaso con agua fresca y llena de vitalidad. Sin embargo si dejamos el vaso lleno siempre no cabe nada más.
A veces solo deseamos oír una cosa, nos da igual que sea cierta o no; estamos sordos a la verdad y lo que deseamos es una mentira. Se acostumbra a dar mentiras a quien las pide, hay personas que son felices así, con su mentira.
Si juzgas y crees que posees la verdad, muy posiblemente seas creador de las mentiras que te dicen.
Pero estábamos hablando del arte de escuchar. Ahora yo me callo y tú solo escucha. El silencio traerá la respuesta.