Llegó así sin avisar, como lluvia en el mes de agosto,
hablamos de miles de cosas, nos divertimos, nos amamos.
Eran tiempos de sol y de fruta fresca, donde no tenían fin
las risas y los silencios se hacían necesarios, solo por mirarnos a los ojos y
decirnos todo.
No era necesario nada más, no hacía falta tener miedo , ni
aparentar ni mucho menos desconfiar el uno del otro, la confianza y la fe eran
plenas, al tocar los corazones.
La búsqueda ha acabado, la verdad es que sola hacía falta
vivir, sin pensar, despacio, sin prisas, visitar lugares, conocer gente,
disfrutar de la soledad, de la compañía, de todo, solo hacía falta eso, pero
costó mucho tiempo comprenderlo y dedicarse.
Pensamos que el amor tiene miles de formas, pero en realidad
tiene una sola, la aceptación de todo y de todos, sin necesidad de ningún
pretexto y excusa. El amor y el silencio van unidos de la mano, andan por un
mismo sendero, llegan a un mismo punto. Donde hay silencio, hay aceptación y
amor; donde hay amor solo existe amor.
A veces por amor también tenemos que separarnos, aprender a
estar solos y a ser, a vivir, a arriesgar, a probar y también como no a
equivocarnos. Pero cuando aprendemos eso
ya estamos listos para dar el próximo paso.
Todo el mundo se cae, no hay por que tener miedo, todo el
mundo se levanta, aunque todos necesitamos distintos tiempos para hacerlo, pero
lo más importante es que lo hagamos, que no nos rindamos, que lo intentemos.
Por eso y por muchas otras razones, merece la pena seguir
intentándolo, seguir el camino, no pararse demasiado tiempo y seguir.