Pasamos por diferentes fases, algunas gratas otras más amargas y todas dejan su marca.
Esta marca nos hace ser quienes somos, y también nos hace ser como somos.
Irremediablemente lo que nos sucede día a día nos cambia para bien o para mal y nunca más volveremos al mismo lugar, porque jamás podremos volver a la casilla de salida o retroceder en nuestros paso puesto que solo hay una dirección, hacía delante.
No obstante, a veces, nos suele parecer que permanecemos parados en nuestra vida y se acomoda en ella la monotonía, en esos momentos son dónde o nos fortalecemos o nos aislamos de todo y de todos y nos inventamos un mundo nuevo, único y exclusivo donde tenemos la seguridad de que no pasará nada que escape de nuestro control.
Si hacemos lo contrario, nos fortalecemos intentando vivir día a día en esta maravillosa aventura, sin escuchar a nadie y sintiendo todo lo que pasa a nuestro al rededor como si pasase dentro de nosotros.
Entonces salimos de nuestra cueva y cometemos estupideces y errores, de algunos de ellos compartiremos partes y en cambio otros quedarán en nuestro interior, enterrados o a la deriva como lo hace el mensaje de una botella que se tira al mar con el único propósito que se la trague las olas y que con la ayuda de las mareas un día aparezca en una playa desconocida.
Y a pesar de todo seguimos vivos.