Una canción, un café y
una conversación. La soledad y la compañía. El entendimiento y una discusión.
Todo parece tan ambiguo, pero desde aquí ya nada parece importante, pues lo
único importante es la vida misma.
Eso a lo que llamamos
vivir y que no sabemos muy bien qué es y cada vez que lo pensamos nos hacemos
un verdadero lío.
Andar, pararse,
descansar, volver a caminar, confiar y equivocarse. Ser y estar. Y saber que lo que sé es no importa, por mucho que lo demuestres, pues siempre habrá quien
malinterprete, entonces ¿para qué complicarse? ¿para qué intentarlo? Realmente
para nada.
Los segundos siguen
pasando y no sabes cuándo se parara el reloj por eso no merece la pena hacerse
mala sangre. Solo importa seguir, hacer, intentar y saber que eres. Si sabes quién
eres nunca te perderás.
Vendrán nuevos tiempos e
intentarás vivirlos siempre siguiendo tus propias normas y valores, nunca
renunciarás a ti y siempre a tu ritmo.
Una canción, no vale
cualquiera, alguna que puedas cantar hasta quedarte ronca y pase lo que pase
siempre te levantará, porque desde que naciste te acompañan las canciones de
los latidos de tu corazón.
Un café tal vez solo o
acompañado, a veces amargo otras veces dulce como la miel, pero todo está lleno
de matices, blancos o negros, de cálidos y fríos.
Una conversación, quizá
con un desconocido en una sala de hospital o en un banco de un parque o tal vez
con una amiga de toda la vida o con alguien
que acabas de conocer.
La soledad que nos hace
fuertes y la compañía que nos hace humanos.
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