Hay miles de personas
siempre alrededor nuestro y nosotros nos sentimos solos, completamente solos.
Y es tal el sentimiento
de soledad que a veces nos aferramos a las personas que menos nos convienen. Es
como si pensásemos que así nuestra vida merece más la pena.
Pero no nos damos cuenta
que sea como fuere la vida siempre es, aunque no hagamos nada, aunque nos
quedemos quietos, aunque el mundo se nos caiga, la vida sigue.
Y nosotros debemos seguir
con ella, intentando siempre recomenzar cosas, trabajar en nosotros mismos,
dejando a los demás a un lado en ese momento, aunque siempre ayudando al que lo
necesita.
Si nos parasemos en este
preciso instante, nos daríamos cuenta que nuestro corazón late, que podemos oír,
ver tocar y sentir, que podemos pensar y solo con eso ya es motivo de alegría.
El descubrimiento de
hacer cosas que creímos imposibles por no creer en nosotros mismos es algo que
nos enseña la vida, quizá un poco tarde pero aprendemos al fin y al cabo.
Todos nosotros podemos
ser lo que queramos ser, dejando a un lado el qué dirán y siguiendo la senda
que paso a paso marcamos nosotros mismos.
Para eso hace falta
voluntad, dedicación y perder el miedo a caerse, porque de las caídas se
aprende mucho.
Sobretodo tenemos que
aprender que somos valiosos por el mero
hecho de estar aquí, de existir, eso se nos olvida constantemente y debemos
recordarlo.
Porque al fin y al cabo
no estamos solos, hay vida allá afuera.
2 comentarios:
Nunca se está lo suficientemente satisfecho con uno mismo como para no sentir la necesidad del calor de los demás. Por mucho que nos lo quieran vender. El amor propio es importantísimo, pero no basta. Somos seres sociables, es cierto que tenemos que despojarnos del qué dirán. Un beso grande.
Necesitamos a los demás para vivir, como necesitamos respirar.
Saber estar solo está bien, pero estar con más personas está mejor. Cada uno a su manera, callados, extrovertidos, tímidos y exhibicionistas. Todos juntos. El amor propio es solo el principio. Un abrazo
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