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domingo, 20 de enero de 2013

El laberinto


Caminaba sin descanso. A veces se preguntaba si servía de algo, otras lo hacía de un modo cómodo y con mucho entusiasmo.

Hacía mucho tiempo que había empezado, cuando entró nunca pensó que llegaría tan lejos y jamás imaginó que dejaría tantas puertas cerradas por donde había pasado. Con menos edad siempre creía que se podía volver, luego aprendió que hay puertas que una vez cerradas es mejor no intentar abrir, pero eso le costó su tiempo.
Durante todo el recorrido había encontrado habitaciones cálidas y acogedoras que después sin saber ni cómo ni por qué se volvieron toscas y frías. En cada una de ellas encontraba algo que se llevaba y algo que dejaba, a veces queriendo otras sin querer. Había algunas habitaciones que después de saber que la puerta se había cerrado, le habían dejado un sabor agridulce. Otras, en cambio, aún siendo queridas y deseadas se habían apartado de su camino sin saber por qué. Algunas, muy pocas, habían vuelto a aparecer después de mucho tiempo y en su interior encontró lo que había dejado entonces: cariño y amistad verdadera.
Ahora se encontraba delante de una puerta nueva, desconocida y desconcertante. Se llenó de valor y la abrió. Dentro había un personaje enigmático que le preguntó:
- ¿Qué buscas en el laberinto?
- No lo sé realmente. Ni siquiera sabía que esto era un laberinto.- Contestó.
- Lo es, todo el mundo entra, algunos se pierden y se encuentran y otros quedan perdidos para siempre.
- ¿Y qué es lo que más busca la gente en este laberinto?
- Felicidad
- ¿Y la encuentran?
- No
- ¿Por qué?
- Por que se olvidan de buscarla dentro de  ellos mismos. El laberinto solo es un lugar, lo que vives, lo que ves, lo que eres debe ser creado por uno mismo, hay que ser paciente, pues te equivocaras muchas veces y muchas más creerás que es el final, pero no lo es.
-¿No? ¿Por qué?
- Porque el final no existe.- Y diciendo esto se levantó y se fue.
Se quedo solo en la habitación y después de meditar lo que acababa de oír, decidió cerrar la puerta y seguir caminando.




http://josemorales.blogia.com/2010/011901-el-amor-segun-victor-e.-frankl..php


sábado, 22 de enero de 2011

La nube que se acercaba demasiado

Había una vez una nube, era suave como algodón o incluso más, era como el amor que se siente por las personas buenas y bondadosas. Estaba ella sola en el cielo, se pasaba los días en soledad sin que le importase demasiado. Solo esperaba, pues siempre pensaba que llegaría su momento.

Había un niño que siempre la miraba desde la Tierra. El niño jugaba con sus amigos a la pelota y de vez en cuando miraba a la nube y se preguntaba por qué estaba tan sola una nube tan hermosa.

De vez en cuando a la nube la rodeaban otras nubes bondadosas pero no acababa de encontrar su sitio.

A veces se iba con el sol e intentaba alcanzarlo pero brillaba tanto que cuando intentaba acercarse se quemaba.

Otras veces se acercaba a la luna pero era demasiado fría y no podía subsistir a su lado.

Pero la nube no se rendía y lo intentaba una y otra vez con todas sus fuerzas. Muchas eran las veces en que la nube se equivocaba, pero siempre le volvía la fe y se decía: “Venga una más”.

Un día como tantos otros estaba la nube sola y de repente escuchó una voz que le decía: - ¿qué haces aquí sola? – se giró y vio a otra nube hermosa delante de ella.

- Estoy esperando.
- ¿Esperando qué?
- No lo sé, solo espero. Todo llega para el que sabe esperar.
- Pues no esperes más, tu momento ha llegado. Ven con nosotras.

Y la nube bondadosa se fue con las otras nubes. En el camino se encontraron a la luna y al pasar por su lado la nube no sintió tanto frío, así que se paró y preguntó:

- Luna ¿cómo es que ahora no noto tanto frío como cuando pasaba por tu lado?

Y la luna le contestó: - te acercabas demasiado, por eso tenías tanto frío.

Más tarde se encontraron con el sol, pero la nube tampoco sintió tanto calor, así que también se paró a hablar con él y le pregunto:

- Sol ¿cómo es que ahora no me quemas como lo hacías antes?

Y el sol le respondió: - Ponías tanto entusiasmo en acercarte que no te dabas cuenta que te quemabas. Simplemente no notabas el calor.

Después de escuchar las sabías palabras del sol, la nube se fue con las demás nubes y entendió que tenía que pasar lo que pasó para llegar al momento presente.

…. Un momento falta algo, ¿Qué pasó con el niño?

A sí el niño…. El niño era un hombre que sabía apreciar lo bueno de la vida y que cada vez que podía, se tumbaba en la hierba y miraba las nubes pasar.

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