Pero ¿dónde reside? A lo mejor está en el aire que respiramos y cada vez que inhalamos aire, inhalamos fuerza. O a lo mejor en el agua que bebemos o en el pan que comemos; quien sabe donde estará; pero está.
Igual que hay montañas a las que escalar, igual que hay mares por los que navegar, existe Fuerza de Vivir.
Esa que se empeña en no dejarnos caer cuando todo va mal, la que no nos deja rendirnos en la adversidad, la que no nos abandona ni por un segundo.
Un momento, si que nos abandona, la hace a veces, se retira a descansar por un instante, nos deja solos a veces y cuando esto pasa nos sentimos perdidos y creemos que nada vale la pena, ni siquiera lo más importante de todo, nosotros mismos.
Entonces, nos dejamos caer abatidos y sin ganas de nada y echamos mano de la angustia, la desesperación y desazón. Es entonces cuando ocurren dos cosas; o bien nos quedamos dentro y nos lamentamos internamente o bien expresamos nuestro lamento a los demás, esto depende de cada persona.
El dolor y a veces el odio que sentimos no nos deja ver más allá y estamos enfadados con la Vida ¡la pobre!, como si ella tuviese la culpa de todo. Pero tenemos que entender que la Vida no es la culpable de nada. No hay culpables. La Vida es Vida y se trata de Vivir, de dejarse llevar, de cogerse de su mano y de Vivir.
Hay muchas formas de Vivir, muchas, tantas como seres humanos hay. Pero la mejor de todas, es aceptar la Vida, entenderla y disfrutar de las pequeñas cosas, esas que parecen insignificantes, por que son esas por las que merece la pena Vivir.
Y la Fuerza ¿De dónde sale la fuerza? ¿Dónde reside? La Fuerza sale de la Vida y la Vida de cada uno de nosotros. La tenemos en nuestros corazones, sólo es cuestión de buscar. Dicen que buscando se encuentra.
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